lunes, 2 de marzo de 2015

Una riada que anega hasta las ganas

"Asusta, pero también da gozo, ver que aún quedan cosas que no se someten"·.

Mi amiga Alicia Martín colgaba ayer en su muro de facebook ésta y otras fotos con el comentario "Asusta, pero también da gozo ver que aún quedan cosas que no se someten". Es cierto que asusta y también lo es que hay fuerzas que no se someten a la voluntad humana, lo que no tengo claro es que dé gozo, respeto sí, un respeto ancestral, como el que los ribereños del Ebro siempre le hemos tenido, porque lo conocemos y sabemos de sus iras.

Me gusta pensar que en mi pueblo, Vilafranca de Ebro, somos hijos de dos padres: del Cierzo y del Ebro y que son esos atávicos padres nuestros quienes nos han hecho así: capaces de sobrevivir a las iras del padre cierzo y, previendo su mal genio, construimos abrigos de cañizo para proteger a nuestras hijas, las huertas, de las iras huracanadas del abuelo. Hasta hace unos años también éramos capaces de protegerlas de las cóleras inveteradas de su abuelo Ebro, salvo en ocasiones, que las había, en las que ya venía borracho de Rioja, imparable en su furor ebrio. Construíamos motas, limpiábamos el cauce en el estiaje... Casi siempre con nuestras manos, con nuestros medios, sin subvenciones (que siempre se iban para la margen derecha, mejor colocada políticamente) y sin más normas que las de nuestra relación filial antigua con el padre Ebro, con las tías mejanas, con los tíos sotos y tollos. Nuestra relación familiar, respetuosa como lo eran las relaciones en las familias de antes, se quebró cuando llegó el legislador a imponer normas a las costumbres, a articular con boletines de ciudad las querencias y los odios consanguíneos que han regido las relaciones humanas con la naturaleza desde que el mundo es mundo. Desde entonces, desde que el legislador ignorante y el ecologista de salón metieron sus narices (y la pata) en las relaciones entre parientes, si bien el padre Cierzo sigue metido en cintura, el padre Ebro se emborracha de agua y zurra a sus hijos y a sus nietas año tras año, amparado por la legislación vigente.

La foto y el comentario de Alicia me provocaron ayer el texto precedente. Hoy, después de ver en la tele la llegada de la puntada a Villafranca; de no escuchar a un ganadero con sus animales muertos, porque era incapaz de hablar; de ponerme en la cabeza de Alfonso Barreras, el único de mis quintos que intenta vivir de la agricultura y de la ganadería; de comprobar que la presidenta de Aragón (o lo que sea esa señora que sale por la tele y a la que no entiendo porque no sabe de qué habla) o el consejero de interior se justifican si ni siquiera saber de qué se están justificando; de lamentar la ausencia del consejero de agricultura, no sé si tragado por el agua, pero seguro que por su incompetencia... Después de ver todo eso, insisto en lo que ya dije el otro día:

Urgen las soluciones razonables que no olviden que las personas y sus actividades agrarias o ganaderas también forman parte de los ecosistemas, siempre han formado parte de los ecosistemas.


El Ebro a su paso por el puente de Pina esta mañana

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