viernes, 8 de junio de 2012

Movilizaciones y pedagogía


Soy de los que siguen la vieja máxima del si no luchas estás perdido, tan manida como cierta. Estos días andamos de movilizaciones en educación (y es que la educación tiene que movilizarse siempre, porque todos los esfuerzos -económicos, sociales, profesionales, personales- son pocos siempre) porque los recortes que se están produciendo y los que se anuncian van a acabar con este sistema educativo hijo, como dice mi querida Pilar, de la Revolución Francesa y que, desde entonces, el pueblo nos hemos venido ganando a golpe de lucha, como todo lo que hemos conseguido a lo largo de nuestra historia (la del populacho, la plebe, los siervos... Siempre ha gobernado la oligarquía -porque gobierno y oligarquía constituyen una igualdad- y aunque la oligarquía se vista de sedas democráticas, oligarquía se queda, como también se demuestra en la mayoría de los casos). Confieso que, hasta hace un par de años, en mi vida docente (que es toda porque comenzó con el parvulito y acabará cuando la jubilación, mi paciencia o lo inevitable digan basta (-cuando me dediqué a otros menesteres era universitario-camarero, opositor-obrero...) he visto una evolución que, con altibajos, me ha parecido, no sólo lógica, sino positiva e, incluso, satisfactoria en lo personal hasta que, hace poco menos de un año, hemos entrado en una involución en barrena que sólo puede parar la lucha.



Escribo esto pensando en mis alumnos de ESO o de PCPI (educación compensatoria). Cuando hablamos del tema (porque hablamos del tema, igual que hablamos del sexismo, del paro, de la puta crisis, de las desigualdades o del teorema de Pitágoras y de Fernando VII -con la carrera que llevamos alguno lo hará bueno-) compruebo que no entienden esto de las movilizaciones ¿qué se consigue pitando todos los miércoles, profe? ¿qué, haciendo una huelga general de enseñanza -que secundaron-? ¿qué , con paros parciales cada miércoles? Acabo de salir de un encierro (breve, eso sí, pero intenso, eso también); la semana que viene otro. Y esta mañana le han preguntado a mi cara de sueño si eso sirve para algo. He intentado explicarles: lo que somos lo hemos conseguido, no nos lo ha regalado nadie, a base de lucha; que en una sociedad como la actual, en la que es más importante lo que sale en los papeles y lo que cuentan en la tele que lo que pasa en la calle, es necesario buscar formas de organizarse para defenderse; que cuando  la opinión se impone a la verdad y papeles, opinión y oligarquía están empeñados en meternos el miedo en el cuerpo para que no digamos ni y asintamos con un amén a cualquier recorte, no sea que la cosa vaya a peor, es preciso recuperar la cohesión social, y que pitar juntos, protestar juntos, manifestarse juntos, encerrarse juntos cohesiona mazo. Que se trata de decir: aquí estamos y no nos gusta lo que queréis hacer y mantener esa postura firme hasta que se den por enterados e ir a más en el clamor.

Como no parecían muy convencidos, les he preguntado qué harían ellos (en otras ocasiones ya se habían manifestado rotundamente en contra de los recortes) y las respuestas han sido tan variadas como alarmantes: nada, harán lo que quieran de todas formas ha sido una, parece que el veneno del inmovilismo va cuajando en muchos sectores. Que un chico de segundo de ESO proponga las bombas como solución y tenga la aprobación de unos cuantos, con distintas variantes que incluyen rotura de cristales, fuegos intencionados y otras acciones violentas es otro indicativo inverso y preocupante. Las hay que están al cabo de la calle y comentan la que están montando los mineros: radicalizar la protesta es otra alternativa.

Algunas familias (y algunos docentes) no están de acuerdo con las movilizaciones porque impiden cumplir con el programa escolar, son las que entienden la educación de sus hijos como la preparación para el concurso saber y ganar que da becas, plaza en la Universidad y un expediente académico excelente. Otras ven los centros educativos como el sitio donde saben a sus hijos a salvo durante la jornada escolar, porque más tarde deambularán por la calle sin nadie que se ocupe de ellos. Algunas, coinciden conmigo en que educar es preparar para la vida; que además de conocer a Fernando VII y a Pitágoras es necesario saber que ahí fuera hace frío sin que tenga que decirlo el telediario, y lo hace: meteorológico, económico, social, laboral..., y la gente pasa todos esos fríos hasta tiritar; que la crisis es culpa de otros pero la pagamos todos es materia de estudio de sociales, de lengua, de matemáticas, porque la crisis está ahí fuera y también en las aulas; que los mundos de Yupi solo suceden en el imaginario televisivo, que la vida es otra cosa y el tortazo puede ser de matrícula de honor cuando se pone a dar hostias.

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