miércoles, 17 de agosto de 2011

Judíos


Los bloques que conforman el monumento al Holocausto lloran lágrimas de lluvia, probablemente no pudimos elegir un día mejor para visitarlo. El campo de estelas impresiona reflejando la luz oscura de la tarde triste y en su trabado interior los turistas deambulan cruzándose en las esquinas angulosas topándose ciegos de lluvia y perspectiva.


A lo lejos, de los angostos pasillos, emerge un paraguas rosa, como si buscara la salida de un laberinto que no lo es, desde el cruce de la desolación con la amargura.


En otra parte de la ciudad, Grosse Hamburger Strase, un sencillo monumento recuerda a los judíos que fueron arrancados de esas calles e indica el lugar donde se encontraba uno de sus cementerios arrasados por la ira del que ahora solo queda el recuerdo de un par de lápidas.


Unos pasos más allá, más aquí y por otras partes, pequeñas placas de metal recuerdan entre el adoquinado a Max, Melanie, Charlotte, Wolf, Meta, Asta, Regina, Emanuel, otro Max... ¡Tantos! Y tantas terribles palabras: deportiert (año), ermordet (año ylugar, si se conoce) Auschwitz...


En otro sitio, Liebeskindbau, un museo judío con aspecto desencajado, herido. El espacio y el concepto expositivos son interesantes, pero una sala, vacía y oscura, lo dice todo sin palabras.

Martín Niemöller, pastor luterano, dijo:

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.


Este breve recorrido por el recuerdo a los judíos no está exento de polémica: lo que yo he llamado monumento al Holocausto se llama, oficialmente, monumento a los judíos asesinados de Europa, una especie de esperpéntica acrobacia hacia lo políticamente correcto que remata con su olvido a gitanos, comunistas, republicanos españoles, discapacitados, homosexuales, disidentes políticos o religiosos... Y es que en Alemania, como en España, no sabemos muy bien qué hacer con nuestros muertos de muerte vergonzosa.


Tras el recorrido,busqué refugio en el pequeño Dorotheenstädtischer Friedhof, donde reposan los restos de Bertolt Brecht (a quien se atribuyen las palabras de Niemöller), sobre cuya tumba repensé la actualidad de su frase tras la derrota de Hitler y la pervivencia del capitalismo: Señores, no estén tan contentos con la derrota. Porque aunque el mundo se haya puesto de pie y haya detenido al Bastardo, la Puta que lo parió está caliente de nuevo.

Hasta mañana

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